MUJER RURAL, EL MOTOR DE LAS ECONOMÍAS COMUNITARIAS

Son 26 años desde que nació Kallari, una asociación de 890 familias kichwas de Napo que trabajan el cacao, sus derivados y otros productos de manera comunitaria. Esta historia nació de la mano de las mujeres de la comunidad como Ruth Cayapa, su actual presidenta, quienes decidieron apoyar en sus hogares sin dejar de lado sus labores en el hogar y encontraron la solución en la chakra donde realizaban sus actividades diarias.

Al igual que en el caso de Kallari, el empoderamiento económico de las mujeres es una fuerte motivación para el crecimiento de toda una comunidad. Para Carmen Coral, docente investigadora de la Universidad Internacional SEK, el impulso al empoderamiento económico de las mujeres en Ecuador es fundamental para lograr un desarrollo sostenible e inclusivo.

Según el Banco Mundial, aproximadamente el 70% de todas las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MIPYMEs) en los mercados emergentes no tiene acceso al crédito, a pesar del importante papel que desempeñan en el crecimiento económico. Coral agrega que esta situación afecta desproporcionadamente a las mujeres pues, según datos de la Corporación Financiera Internacional, al menos «el 70% de las PYMES propiedad de mujeres en países en desarrollo están poco o nada atendidas por las instituciones financieras (un déficit de financiación de alrededor de 285 millones de dólares)».

Además de estas barreras, las mujeres indígenas y rurales en Ecuador enfrentan desafíos adicionales, incluida la discriminación étnica y la falta de acceso a tierras y recursos. Según la experta, los datos más recientes del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos INEC indica que la brecha salarial es del 15.2%, y en el mundo rural esta brecha es mucho más amplia, ya que sólo el 36% de las mujeres tienen acceso a la tierra. A esto se le suma que los requisitos para obtener un crédito incluyen garantías sobre la tierra o la firma del cónyuge, lo que hace casi imposible el acceso al financiamiento.

Contrario a lo que se puede pensar, el empoderamiento económico de las mujeres indígenas y rurales es una gran fortaleza para las comunidades en las que viven. Además de impactar positivamente en la economía local al aumentar los ingresos familiares y mejorar las condiciones de vida, puede contribuir a la diversificación de la economía local a través del apoyo a emprendimientos sostenibles. También evita la migración del campo a la ciudad, promueve el cuidado del medio ambiente y generar recursos que permiten mejorar a la comunidad y su capacidad de generar productos y servicios con valor agregado.

Kallari es ejemplo de este crecimiento con alrededor de 2.500 personas beneficiadas directa e indirectamente. Actualmente la asociación produce chocolate, vainilla y guayusa para importación y exportación, y han incursionado en el turismo comunitario. Otros casos de éxito son:

· La Asociación Sinchi Warmi en Misahualli que ofrecen servicios de alojamiento y turismo a nacionales y extranjeros, promoviendo su identidad cultural y los atractivos del territorio.

· La Asociación de producción y comercialización de Guayusa de Limoncocha, liderada por jóvenes mujeres y con el apoyo de la Estación Científica Limoncocha, quienes han desarrollado un bioemprendimiento para comercializar esta planta y generar de ingresos en su comunidad.

Coral enfatiza que el acceso a la educación y a programas de capacitación es clave. Además, medidas como la implementación de políticas de igualdad salarial y la promoción de emprendimientos liderados por mujeres son esenciales.

“Es fundamental promover el acceso al sistema financiero de las mujeres para financiar sus actividades productivas y emprendimientos para velar por la sostenibilidad de sus esfuerzos, generar ingresos que permitan superar la pobreza y aportar al desarrollo económico del país”, señala. Así mismo, capacitar a los oficiales de negocios para comprender las necesidades de las mujeres, su contexto, la flexibilización en los tipos y montos de crédito y el trabajo directo con la población.

Es necesario reconocer la importancia de incorporar la dimensión de género, comprendiendo las situaciones e impactos diferenciados entre hombres y mujeres, en todo el ciclo de las políticas públicas especialmente las fiscales, desde el diseño, implementación y evaluación. Programas gubernamentales y organizaciones no gubernamentales pueden implementar políticas específicas para fomentar el emprendimiento y la participación de mujeres en sectores rurales e indígenas

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