Trabajo Líquido: Las nuevas formas de empleo adaptables y flexibles

En las últimas décadas, el mundo laboral ha experimentado una transformación radical en consecuencia de la creciente globalización tecnológica y la necesidad de adaptarse a las inesperadas circunstancias que han marcado a la sociedad como el Covid 19.

Image of business partners handshaking over business objects on workplace

El imaginario de un empleo fijo caracterizado por la estabilidad, la rutina la pertenencia un horario establecido y un sitio de trabajo asignado hoy parece desdibujarse en la nueva lógica del trabajo líquido. Este concepto, acuñado a partir de las ideas del sociólogo Zygmunt Bauman sobre la “modernidad líquida”, hace referencia a un entorno laboral cambiante, flexible y, a menudo, inestable, en el que las estructuras sólidas del pasado ya no tienen el mismo peso y ahora se adaptan a diversas circunstancias y entornos.

Guillermo García González, catedrático de Derecho del Trabajo y SS de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), plantea que al hablar de trabajo líquido en esencia se consideran formas de empleo muy flexibles en aspectos como los contratos, los horarios, el lugar desde donde se trabaja y las tareas que se realizan.

Ahora bien, que este tipo de trabajo se aleje de los modelos tradicionales no significa que no este regido por reglas. García Gonzáles explica que en esta nueva modalidad de trabajo son comunes los contratos freelance, los proyectos por encargo o las plataformas digitales.

En esta modalidad los horarios y el tiempo de las actividades varía según la demanda y el salario suele depender del resultado más que del tiempo dedicado. Quienes acceden a un trabajo líquido pueden asumir distintos proyectos, tareas o roles en períodos cortos y sin una estabilidad laboral clásica.

El trabajo líquido puede ser aplicado a través de diferentes formatos como el teletrabajo, esquemas híbridos, trabajos nómadas o plataformas. De acuerdo a García González, en esta modalidad de trabajo lo importante no es el “dónde”, sino el “qué” y el “cómo”.

Esta nueva forma de empleo se ha extendido en sectores como la tecnología, el desarrollo de software, los servicios digitales, el diseño, la comunicación, el marketing, la consultoría o la formación online.

Aunque en Ecuador no hay una data específica sobre el alcance y aplicabilidad de esta modalidad, García González sugiere que hay un evidente crecimiento, principalmente en zonas urbanas con mejor conectividad y en áreas de profesionales digitales, creativos, educadores virtuales y asesores. Sin embargo, el catedrático de la UNIR resalta que “el marco institucional y legal sigue bastante anclado en esquemas tradicionales, lo que a veces frena o complica su desarrollo”.

Al pensar en trabajo líquido algunos de los principales desafíos para las empresas son:

  • Cambiar la lógica de supervisión por una basada en resultados y objetivos.
  • Transformar el liderazgo, fomentando la autonomía y la responsabilidad.
  • Crear mecanismos efectivos de comunicación y sentido de pertenencia, para evitar que el trabajador se sienta aislado.

García González resalta que el trabajo líquido “no debería ser sinónimo de precariedad. Al contrario, puede ser una gran oportunidad para repensar la organización laboral desde parámetros más justos, flexibles y eficientes”. Para el catedrático, el reto es acompañar este cambio con políticas públicas que apuesten por la digitalización, la capacitación continua y, por supuesto, la protección de los derechos laborales, incluso cuando el trabajo se dé fuera de las estructuras convencionales.

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