
Durante la temporada seca (junio a septiembre en la Sierra y septiembre a noviembre en la Costa), los incendios forestales se intensifican debido a la baja humedad, fuertes vientos y acumulación de material combustible. En años recientes, se han reportado cientos de eventos que afectan tanto a áreas protegidas como a zonas agrícolas y periurbanas.
En el 2024 Ecuador vivió una temporada crítica, durante el cual se registraron 5.815 incendios forestales y 83.323 hectáreas afectadas según datos de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos. Estos episodios severos exigieron la declaración de emergencia y movilización masiva de brigadas y fuerzas armadas en varias provincias (Azuay, Loja, Cotopaxi y zonas periurbanas de Quito).
Combatir incendios desde la buena práctica ambiental
Según Katty Coral, experta en gestión ambiental de la UISEK, las quemas agrícolas para “limpiar” terrenos son la principal causa de los incendios forestales. Esta suele implicar el desmonte y la quema de vegetación nativa para habilitar pastos o cultivos, fragmentando ecosistemas y degradación el suelo.
La experta indica que una de las estrategias ambientales para afrontarlo son los corredores ecológicos, franjas de vegetación que conectan ecosistemas fragmentados, permitiendo el desplazamiento de especies, el intercambio genético y la resiliencia de los hábitats.
Desde su experiencia, corredores bien gestionados con vegetación madura y humedad relativa mayor pueden actuar como zonas menos inflamables y reducen áreas degradadas que actúan como combustible seco. Además, promueven especies nativas que retienen más humedad y ofrecen una estructura vertical menos propicia para la propagación del a fuego de copas.
Comunidad, el mayor aliado contra el fuego
La participación comunitaria es una de las más fuertes herramientas de combate. Las comunidades locales detectan y reportan rápidamente focos de incendio, participan en brigadas de control inicial y lideran la restauración ecológica mediante reforestación y manejo de suelos. “Su inclusión aumenta eficiencia, reduce tiempos de respuesta y asegura transferibilidad de conocimientos locales (prácticas ancestrales seguras) y aceptación de medidas técnicas”, destaca Katty Coral.
En provincias como Cotopaxi, Loja y Azuay, brigadas comunitarias han implementado sistemas de vigilancia, rondas preventivas y programas de reforestación, logrando reducir la incidencia y severidad de los incendios. Hay además iniciativas locales que integran manejo de residuos, producción de biochar y actividades productivas alternativas para reducir presiones sobre el territorio.
Estos casos combinan detección (satélites + verificación local), capacitación y financiamiento o incentivos locales, un ejemplo de ello es la Reserva de Biósfera Podocarpus–Yacuambi (Loja–Zamora), donde las comunidades locales lideran un programa de vigilancia con drones y reforestación post-incendio financiado por fondos internacionales y ONG.
